Le saco la sal

El sol aún despertaba para dar la bienvenida al nuevo día y ya desde lejos se podía ver el vapor que salía de la gran chimenea perderse entre las altas copas de los pinos del bosque.

Por ahí, entre lo que era un camino de tierra desviado de la ruta normal, y los gruesos árboles, existía este lugar donde todo podía pasar. Una voz se escuchaba desde una de las pequeñas ventana, no era una de las voces más entonadas pero el ánimo y alegría desbordaba motivación a quien la escuchará.

Los aromas que salían de la cocina eran tan cautivantes como una damisela en peligro. Ya se estaban preparando los comestibles para el desayuno de los invitados que se hospedaban en ese lugar tan pintoresco y también se dejaban algunas que otras patatas peladas para el almuerzo.

Cerca de la ventana había una puerta que por lo general estaba abierta, era la salida secreta para escabullirse entre la oscuridad cuando la señora de algún “amigo” llegaba a buscarlo o simplemente la entrada de otro “amigo” que le gustaba de la grata conversación con la dueña.