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Recuerdos de antaño

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Mensaje por Duror Vie Mar 08, 2013 1:20 am

El gran barco que avanzaba de forma lenta pero segura por el Namarus, una de las galeazas de la flota imperial, poco presagiaba que se trataba de una misión de paz y no de sólo uno de los componentes de una invasión. Sin embargo, desde hacía más de un siglo que las relaciones entre tirrenos y namaros se habían hecho tan intermitentes y variables, y ninguna precaución parecía innecesaria, ni siquiera para una embajada.

Con una dotación de soldados esperable para las grandes proporciones de la nave, bien armados y apertrechados, no se observaba sin embargo la frugalidad esperable en embarcaciones de guerra, como si se deseara demostrar, ante todo, la prosperidad que acompañaba al Imperio sureño, que siempre se encontraban deseosos de enrostrar a los "bárbaros" del exterior.

"¿Cuándo llegaremos a puerto, abuelo? ¿No crees que haber solicitado este tipo de transporte en lugar de un velero, más rápido, puede haber sido más perjudicial que prudente? Según entiendo, debemos llegar lo más pronto posible, y ponernos a trabajar."

La muchacha alta, delgada, de piel blanca, ligeramente bronceada, ojos verdes resplandecientes, cuyo brillo resaltaba sus largos cabellos castaños, recogidos en un primoroso peinado, a la usanza de Alexandropolis parecía algo inquieta, enfundada en su capa de viaje, resistiendo el viento. Sin duda, a pesar de su juventud, se trataba de una persona sumamente inteligente, y parecía delatar, en sus rápidos movimientos, una cierta audacia.

En cubierta, además de ella, se encontraban un hombre viejo, de aspecto digno, nobiliario, calvicie, y largos cabellos y barba blancos, coronando un rostro aguzado, de aspecto inteligente, y una penetrante mirada de ojos esmeralda, similares en todo a los de la joven; así como el capitán del navío, un par de mercaderes, uno enano y uno humano, y el médico de a bordo, un hombre rechoncho de espesa barba y cabellos color azabache, vestido de forma refinada.


"Si recurrí a una forma de transporte excepcional, es porque corren condiciones excepcionales, y si bien no estamos precisamente desvalidos, en estos tiempos cambiantes, nunca es suficiente la cautela que se debe tener frente a nuestros propios coetáneos. Por lo tanto, había dos razones para obtener mayor protección de la habitual.

Por otro lado, el capitán es un hombre experimentado, y seguramente todo el tiempo que hemos perdido, lo hemos recuperado por una buena conducción. Nunca, querida mía, subestimes la capacidad de los Tirrenos para sortear los obstáculos con que tocan. Además, si no me equivoco, ya nos encontramos cerca de Namarus."


"Tienes razón. Por otro lado, debo agradecer los últimos momentos en que me puedo permitir ser sincera, y evitar fingir algún respeto por estos bárbaros. Realmente es una lástima esto de los piratas, pero no dudo que nuestro buen Duror logrará solucionar el problema y permitirnos volver a la normalidad. Después de todo, él también es un Tirreno, de cuna y linaje."

De pronto, en uno de los brazos del río, que parecía dividirse en secciones más pequeñas en ese trayecto, pudieron divisar una puerta a lo lejos, señalando la cercanía de puerto. La joven mujer sonrió ampliamente, a la vez que el viejo le guiñaba un ojo. Finalmente, todo podría comenzar, de la forma más ágil posible. Las noticias y rumores que habían escuchado parecían aconsejar actuar de forma rápida, y aprovechar la situación.


Última edición por Duror el Dom Mar 10, 2013 3:54 am, editado 1 vez
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Mensaje por Adoril Carter Vie Mar 08, 2013 2:39 am

El Puerto interior de Namarus era un lugar bullicioso, lleno de olores y colores, era el centro de toda actividad comercial que desde el mar y por el delta del Namarus permitía que los navíos mercantes llegaran con seguridad hasta la capital y conectaba prácticamente todo el reino, por ello algunas millas antes y después de llegar al puerto, grandes puertas con fortificaciones a los costados vigilaban el paso de toda nave que ingresara hacia el puerto.

A la cabeza de una docena de jinetes iba impecablemente vestido de aguamarinas un caballero con la característica joya azul en su pecho, el grupo avanzaba lento al paso de las literas llevadas por sirvientes, hasta que el caballero que parecía comandar espoleó su montura y a prisa pasó por el mercado junto a los muelles, el cual a pesar de sus calles adoquinadas quedó particularmente polvoriento por el paso del grupo de caballeros que a lomo de sus corceles llegaron hasta los atracaderos, les seguía aún desde lejos la comitiva compuesta por literas y algunos caballos más, llevados de las riendas por escuderos.

Antes de que llegara aún la parte rezagada de la columna, los caballeros pudieron ver a lo lejos una galera de grandes proporciones, serían seguramente los invitados extranjeros a los que los habían enviado a recibir. El Lord Protector, con su mal humor de costumbre había ordenado ir a recibir a los invitados con toda la pompa correspondiente y por ello, la dignidad de los mismos hacía que correspondiera enviar al mismo Capitán Garithos al puerto, y a guardias de la ciudad a escoltar las literas especialmente dispuestas para la ocasión, con tules y sedas ricamente ornamentadas y tachonadas a las maderas de ébano.

Al capitán le parecía una exageración pero si el Lord Protector había dispuesto literas y miembros de la misma guardia para los remilgados dignatarios extranjeros, lo más inteligente como siempre sería hacerle caso y ahorrarse los gritos y posteriores charlas más calmadas. Si el decidía que debían ir con literas en lugar de con carrozas, pues que así fuera, pues después de todo, los hombres del sur eran reconocidos por sus modales y costumbres más sofisticadas.

Una vez que la gran galera se detuvo y los marineros, particularmente hábiles ataron los cabos y extendieron la plataforma por la cual debían bajar, el capitán desmontó y al son del choque de sus placas y las de las armaduras de los demás aguamarinas se puso de pie frente a la plataforma cubierto completamente de hierro y acero, hasta que se quitó su elaborado y a la vez simple yelmo ornamentado por plumas azules el cual reveló el rostro de un hombre que pasaba los cuarenta años y entre cuyos caballos se asomaban varias canas, la barba del mismo color escaseaba cerca del lado derecho del mentón, revelando una cicatriz parcialmente oculta por la barba.

Los hombres cubiertos de pie a cabeza por armaduras que reflejaban el sol, contrastaron con las ropas de los primeros que bajaron desde la galeaza, sus ropajes resultaban similares a los de los cortesanos de la corte del Palacio pero parecían ser de un gusto mucho más exquisito.

El primero que se puso de pie frente a Garithos era un anciano completamente cano con una barba igual de nívea. La majestad que emanaba de su persona dio a entender a Garithos que se encontraba frente al embajador llegado desde el Imperio de los Tirrenos, a quien hizo la respectiva reverencia.

— Lord Palaigoi, soy Lord Garithos capitán de la Guardia Real, vengo a llevaros hacia la palacio, las literas que hemos traído para vosotros han de estar por llegar y también corceles por si alguno desease montar. Sea bienvenido a Namarus . — Dijo el Capitán con los adecuados modales y cuidando no equivocarse en el nombre y título del enviado o la pronunciación de estos.
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Mensaje por Duror Dom Mar 10, 2013 2:23 am

El anciano, mirando sonriente alrededor suyo, como si aquel puerto sucio y aparentemente carente de grandeza encerrara misterios grandes o le fuera significativo de alguna forma que la joven no parecía comprender del todo, hizo ademanes gentiles al Capitán de la Guardia, a la par que respondía, con una voz profunda, calma, con un tono manifiestamente cordial:

" Muchas gracias, Capitán, ciertamente me siento bienvenido en Namarus, me trae antiguos recuerdos, ¿sabe? En fin, no es preciso que le divierta con mis viejas historias, así que agradezco las literas. Los soldados de nuestra escolta viajarán a pie, sin embargo, salvo el capitán Democles, que aceptará un caballo. Así creo que será más digno todo, más oficial. Por cierto, se pronuncia Palaiogoi."

Los soldados, que desembarcaron a continuación de los dignatarios, cubiertos de las armaduras resplandecientes que usaba la mismísima guardia imperial, así como pesadas capas de rojas, parecían completamente preparados para el viaje. Su capitán, un hombre alto, de unos cuarenta años, piel bronceada y cabellos y barbas negras, hirsutas, y una mirada maliciosa de ojos marrones, inspeccionó alrededor, como buscando un caballo que soportara su portentoso físico.

"Oh, sí, ya lo había olvidado. Quienes me acompañan son pues, un grupo de mercaderes que buscan oportunidades para sus productos en las ciudades namaras, así como mi querida nieta, Daphne. Nos acompaña Basilios Galloi, uno de los más famosos médicos de Alexandropolis. Es una misión pequeña, sí, pero creo, importante. Supongo que hablaré con el Señor Protector, Capitán, o al menos así he sido informado; materias urgentes me traen aquí, y mis atribuciones son elevadas al respecto. Creo que esta misiva, del Emperador de los Tirrenos, será una buena minuta, le ruego la entregue de inmediato.o."

Stephanos Palaiogoi sacó de entre sus ropajes un pergamino que, en cera, llevaba marcado el sello imperial, algo que incluso para Garithos era fácil de entender, dada la fama de aquella águila bicéfala, que miraba de forma amenazante desde sus dos cabezas. Evidente, el anciano, a pesar de sus modales más bien relajados, cercanos, era un hombre de elevado poder, posiblemente, una de las personas más poderosas del Imperio.

Mientras todos se preparaban para partir, la joven parecía observar de forma desdeñosa las literas, demasiado toscas de factura, e insuficientemente decoradas, las que seguramente, como joven de la nobleza imperial, debía considerar indignas para portarla. Antes que su gesto pudiera ser percibido por los aguamarinas, se volvió de forma educada hacia Garithos, a la vez que decía, de forma dulce, delicada:

" Mi muy estimado Capitán, ¿sería posible cambiar mi litera por un caballo? El viaje ha sido largo, y preferiría ejercitarme luego de tanto tiempo dentro de un barco. Estaré eternamente agradecida si hace lo posible por cumplir esta pequeña solicitud."



Última edición por Duror el Dom Mar 10, 2013 3:53 am, editado 1 vez
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Mensaje por Adoril Carter Dom Mar 10, 2013 3:31 am

— Palaiogoi.

Se corrigió el Capitán en voz baja, con un movimiento de labios casi imperceptible.

— Mis disculpas Lord Palaiogoi, que vuestro capitán elija una montura de entre las que guardan los mozos y podremos ponernos en marcha hacia Palacio. Lamento que en palacio os encontraréis demasiado ocupado como para poder contarme aquellas historias.

Recibió entonces el capitán de manos del embajador el pergamino y tras mirar con detención el sello del documento lo puso en su costado izquierdo sujetándolo con su mano, en señal de protección del mismo, protegido por todo el metal de caballero. Con un ademán de la mano bastó para que los muchachos llevaran tomado por las riendas un caballo completamente marrón al capitán de los tirrenos.

— Entregaré la misiva personalmente y sí, tengo entendido que el mismo Lord Adoril, Protector del Reino os recibirá ya en palacio puesto que ha sido el mismo quien me ha encomendado venir a por vosotros.

Se dio cuenta el capitán que no trataba esto sobre ir a buscar a un par de mercaderes o intelectuales Tirrenos para comerciar, conseguir tecnología y adecuar alguna parte del enorme palacio a los estilos tirrenos en boga. Aún así, la presencia de un médico por lo demás importante no dejó de extrañarlo. Cierto era que tratándose de alguien importante podría precisar de cuidados médicos en alta mar, pero la forma en que lo mencionara el hombre cual si llevara consigo un presente, costumbre tan común entre dominios distintos, no dejaría de darle cavilaciones durante el trayecto.

Tras oír a la joven dama que acompañaba al tirreno, el Capitán la miró mientras se comenzaba ya a disponerse la comitiva en sus literas y le dijo, de una manera que dejaba entrever que no se dirigía a ella realmente, sino que a su abuelo.

— La verdad es que no contábamos con que si venía una dama Tirrena, quisiera ésta ir montando hasta palacio, pero bien, si lo autoriza el Lord Palaiogoi podemos poner a vuestra disposición un corcel de los que hemos traído. Para lo cual espero esté acostumbrada a montar animales tan grandes como estos, originarios de las grandes planicies del oeste del Reino.
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Mensaje por Duror Dom Mar 10, 2013 4:37 am

La muchacha, sin demostrar sentirse ofendida de forma alguna, lanzó una mirada interesada a su abuelo, el cual se demoraba en responder al capitán, probablemente de forma premeditada. Finalmente, tras unos 15 segundos, lanzó un guiño jovial, algo jocoso a la joven, para luego consentir su deseo.

" Si mi autorización es requerida pues mi autorización doy; y respondiendo a la pregunta, ella está más que acostumbrada a montar. Es más, somos una suerte de señores de caballos en nuestros dominios, tal como se dice es el Protector Adoril Carter. Digamos que estas tratativas serán entre ecuestres, si se desea."

Si bien parecía improbable que el capitán entendiera la referencia, Daphne pensó que quizás su abuelo había ido demasiado lejos, al menos considerando lo sensible de la situación. Sin embargo, nadie pareció ofenderse, y de pronto, la mayoría en literas, ella y el capitán en grandes corceles namaros, con la pequeña compañía de soldados marchando detrás, pudieron ponerse en camino, siguiendo a la comitiva de bienvenida.

La gran vía que se adentraba desde el puerto al centro de la ciudad, si bien tosca y rodeada de edificaciones de piedra que le parecieron monótonas, faltas de gracia, era algo más espaciosa que las más anchas avenidas de Alexandropolis, posiblemente delatando una ciudad más joven, pero similarmente vibrante, abarrotada de gente que, pese a la amplitud, generaba un caos bullicioso que la guardia apenas podía controlar.

Luego, tras unos 300 pasos de camino, se encontraron ante una inmensa plaza, llena de puestos de mercaderes, así como lo que parecían ser fieles, o peregrinos, lo cual llevó su mirada al gigantesco edificio al costado izquierdo de la plaza. Una gran basílica, vagamente similar a una de estilo tirreno, con un gran signo solar en su frontis, donde se congregaba gente, de diversos estratos sociales, a realizar sus plegarias, así como mendigos que esperaban su limosna.

" Ilumínanos, protégenos, sálvanos. Mantén el eterno movimiento del cosmos."

Las palabras salieron de la boca de la joven de forma mecánica, sin siquiera pensarlo. Recibió miradas algo incómodas, pero la sonora carcajada de su abuelo, desde dentro de la litera, pareció resolver el asunto, de alguna forma. Con el rostro enrojecido, ella continuó el camino.

De pronto, al llegar a un embarcadero todos bajaron de sus diferentes medios de transporte, para tomar pequeñas barcas, verdaderas góndolas, para seguir por el río Namarus, nuevamente ancho como antes de llegar a la ciudad. Durante el paseo, relativamente largo, la joven se sintió, por primera vez, a gusto.

Desde las pequeñas embarcaciones se podía ver edificios de estilo simple, aunque vigoroso, firme, así como una gran cantidad y variedad de vegetación, más frondosa y exuberante que la que conocía, y las aguas del río, verdosas, le parecían de un color similar a sus ojos. En un punto, doblaron en un canal, claramente artificial, lo cual parecía señalar el fin del trayecto.

"Hemos llegado. Haced el favor de bajar. Os esperan en Palacio."

A la indicación del capitán, todos bajaron, donde nuevamente les esperaban literas, a lo que ahora no era prudente negarse, por lo que subió en la que le pareció menos desagradable. La joven pudo ver una gigantesca, aunque algo torpe imitación del Palacio Imperial, en lo que parecía ser una mezcla variopinta de edificios de diferentes estilos, grandes pero por alguna razón, menos interesantes y originales de lo que la joven vio en el camino por el río.

"Entonces mi abuelo tenía razón."

Sonrió, recordando una conversación que había tenido en casa, antes de partir. Si en algún momento pudo haberse sentido intimidada, todo aquello se había desvanecido, en tanto le pareció que después de todo, la embajada sí reunía a la gente indicada para el trabajo. Todo iba sobre ruedas.




Última edición por Duror el Lun Mar 11, 2013 1:24 am, editado 1 vez
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Mensaje por Adoril Carter Dom Mar 10, 2013 5:35 am

Anduvieron las literas por los caminos interiores, entre coloridos jardines y antiguas fuentes cubiertas de vegetación para llegar a la vía principal del palacio, a la cual corría en paralelo el canal a algunos pasos, permitiendo ver desde las literas como los equipajes eran llevados en los botes por el canal hacia el palacio. A medida que se fueron acercando al palacio, el cual se encontraba a una distancia considerable pudieron darse cuenta de que ésta se percibía como menor debido al gran tamaño del palacio que daba ilusión de cercanía al mismo pero que se encontraba bastante lejano aún.

Al comienzo podía apreciarse un verdadero feudo particular, un par de potros jóvenes aún, corrían en los idílicos prados y se lanzaban mordiscos mutuamente. El Capitán Garithos que avanzaba a pie se acercó hasta la litera de Stephanos y dijo tras gentilmente correr los tules que la cubrían:

— Espero que os guste la vista desde aquí, estamos aún lejos del Palacio por lo que una vez pasemos los campos y lleguemos a los jardines nos detendremos para descansar y mandaré a traer caballos y avisar de vuestra llegada, confiando como sé que debo en que estará todo dispuesto.

Tras un rato más andando, se detuvo la columna junto a una gran fuente de agua coronada por una gran águila en su punta. Un gran disco de vidrio verde sobre su cabeza recibía la luz del sol y la proyectaba en dirección de un pequeño estanque de junto el cual creaba un potente reflejo y sobre el cual pendía una planta de grandes hojas que dejaba caer gotas de agua, una a la vez de forma irregular sobre el iluminado estanque, provocando que el reflejo de este sobre la fuente, creara multitud figuras danzantes apreciables por todo quien se tomara el tiempo de observarla.

Pero los hombres tenían otras preocupaciones, mientras los guardias ayudaban a los invitados a salir de sus literas tras lo cual los criados las dejaban en el suelo, los caballeros aún en sus corazas se refrescaban con el chorro de un pedestal cercano, el cual alto permitía a estos mojarse sin tener que agacharse de manera poco propia y a la vez peligrosa en la fuente de la cual algunos animales habrían bebido.

El último criado ya había partido a buscar caballos, pues los otros se habían quedado en la ciudad junto con algunos guardias para llevar los corceles de vuelta al palacio. Por lo que el Capitán Garithos se sentó junto a la fuente con las manos apoyadas en las rodillas y se dirigió al embajador tirreno en tono respetuoso pero a la vez invitándolo a incorporarse.

— Lord Palaiogoi, me habéis dicho que tenéis recuerdos de estas tierras, supongo y no quiero que os sintáis interrogado, que si os han enviado es porque aparte de vuestra dignidad tenéis alguna relación o conocimientos de estas tierras ¿o me equivoco?

Os lo digo también porque a pesar de ser un Aguamarina consagrado al dios siempre he soñado con conocer el mundo y lo hago, desde el palacio gracias a los libros de nuestra biblioteca, que apenas recuperada tras ser casi destruida totalmente hace un siglo tiene y por tanto el Imperio se que por cuanto menos es una buena parte de este, tanto o más en conocimientos como en dominios.
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Mensaje por Duror Lun Mar 11, 2013 12:48 am

"Mi nombre es Stephanos, Capitán."

El tono afable del anciano denotaba una cercanía que, a pesar de tratarse de un alto dignatario tirreno, no parecía en absoluto falsa o vacía, lo cual hacía pensar que Lord Palaiogoi no sólo había visitado Namarus, sino que de alguna manera, sentía afecto por la ciudad y sus habitantes, algo inusual en los hombres del sur, que veían al Reino como una tropa de bárbaros úitles, en el mejor de los casos.

"Respondiendo a su pregunta, sí, conozco Namaria, y tengo algún conocimiento, aunque no tan avanzado como desearía, de la geografía del Reino. Lo cierto es que durante mi juventud, visité el reino varias veces, por diversos motivos. Mi familia, por lo general, y considerando las características del Imperio, tiende a caracterizarse por su afición a los viajes y aventuras. Después de todo, desciendo de uno de las más grandes exploradores y militares tirrenos de la historia, por lo que puedo entender el interés por conocer y viajar, y en cierto modo, he traído a mi nieta conmigo para continuar con una larga tradición al respecto.

Me gustaría conocer qué clase de libros se conservan sobre el Imperio en la Biblioteca. No es por ser desdeñoso, pero en las últimas décadas las comunicaciones se han hecho distantes, y la información podría encontrarse obsoleta. Tampoco, para ser honesto, confiaría del todo en los libros que se conservan sobre Namaria en los Archivos Imperiales. Es más, debe informarme sobre lugares donde pueda comprar nuevos libros; lo llamaré una prerrogativa de mi cargo diplomático."


Stephanos sonrío de forma amplia, complacido ante el interés del Capitán de la guardia. Mientras tanto, Daphne miraba a su alrededor, intentando captar y grabar en su memoria cada una de las imágenes que veía, y compararlas a otros lugares conocidos, fuera por libros, fuera por viaje. Para bien o para mal, mujer o no, ella también era una Palaiogoi; no estaba atada al rígido protocolo o costumbres de la nobleza tirrena.

Debido a la temperatura más agradable de aquel recinto, se sacó la capa de viaje, revelando su joven figura vestida finamente. Alrededor de su cuello, delgado y estilizado, se encontraba una cadena dorada de la que pendía una hermosa figura, de forma aparentemente antropomórfica. Estaba hecha de un reluciente metal blanquecino.


Última edición por Duror el Lun Mar 11, 2013 3:42 am, editado 3 veces
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Mensaje por Adoril Carter Lun Mar 11, 2013 3:10 am

Respondió con una sonrisa dibujada hacia un lado el Capitán.

— Bueno Lord Stephanos, tiendas hay muchas en la ciudad pero es en las reservas ya sea la Biblioteca Real o en los Templos, en que cuidados por los sacerdotes se encuentran los más exquisitos y raros ejemplares, siendo en la Biblioteca de Palacio predominantes textos más recientes, escritos Namaros, otros muchos originarios del imperio o importados mediante este provenientes de tierras lejanas y desconocidas.

Llegaron entonces desde el camino, tras un rato de conversación, los mozos de palacio con una decena de caballos para que pudieran los caballeros continuar su camino montados y reanudar la marcha hacia el palacio donde habría estado todo dispuesto para recibir a los ilustres invitados Tirrenos en el Palacio Real.

Mientras todos subían a sus respectivos transportes ya fueran literas o caballos, el Capitán se acercó hasta el embajador Tirrenos y a manera de confidencia, con unas palabras suaves y evitando poner la mirada sobre nadie a fin de que no se notara lo que le tenía que decir le dijo.

— Lord Stephanos, no sé si estaréis informado de la situación especial respecto a lo que concierne a nuestro príncipe heredero quien padece terribles males y que por ende no sería extraño que aunque os dirijáis al él, sea el Lord Protector Adoril quien responda e incluso os reciba en vuestra llegada a Palacio.

Dicho esto, Lord Garithos subió a su corcel y se dirigió rápidamente hasta la cabeza de la columna, marchaban esta vez en perfecta formación y los caballeros se distribuyeron dos atrás de las literas, dos más en los costados y dos detrás del capitán. Continuaron avanzando por los caminos entre los jardines y a medida que se acercaban al palacio pudieron ver como de los más salvajes exteriores se encontraban ahora en los ordenados jardines, en que los colores de las flores formaban figuras en los campos y lomas.

Llegados hasta el punto en que el camino confluía con la vía principal, pudieron ver desde lo lejos a la corte reunida en las escalinatas del palacio y decenas de Aguamarinas apostados a ambos lados del camino. Llegados hasta a ese punto los caballeros que escoltaban al grupo se adelantaron y desmontaron, perdiéndose en la formación de la guardia, todos excepto el Capitán Garithos quien se puso a la diestra de las literas y continuó avanzando con ellos.

Las miradas de los asistentes se posaron en las primeras literas, que suponían obviamente debían llevar a los más ilustres de los invitados. La entrada del Palacio se disponía en una galería abierta de techo abovedado con colosales pilares y un arco central, dando sombra a las grandes escalinatas que funcionaban a la vez como gradas para la gran corte de los Namaros.

Una vez que bajaron de las literas quedó el grupo de pie ante las escalinatas sin moverse hasta que desde dentro del Palacio asomó una sola figura, la de un hombre alto que llevaba una brigantina roja tachonada de botones dorados y una capa larga con un enorme grifo bordado en hilos dorados que debido a su peso no se movía con el viento más bien escaso en ese momento del día.

— Presento ante vuestra señoría al embajador enviado de la corte Imperial Stephanos Palaiogoi y sus acompañantes, traídos hasta aquí por gracia del Gran Namarus y protegidos por Solar para tener audiencia con Su Alteza.

Habló el capitán con gran seguridad y voz marcial como acostumbrara alguien que diera órdenes a los soldados cada día. El hombre de la brigantina podría haber parecido un Rey de no haber sido porque no llevaba una corona sobre su cabeza y es que su estampa y la dignidad que emanaba del mismo habrían confundido a cualquiera. El mismo con las manos tomadas detrás de la espalda contestó al capitán.

— Sed bienvenidos los Tirrenos a Namaria y hacedlos pasar capitán pues el Trono los recibirá.

Dicho esto, el hombre dando pasos hacia atrás se perdió de la vista de los tirrenos mientras los invitados subieron las escaleras escoltados por la guardia y tras estos el resto de la numerosa corte. Los recibirían en el Gran Salón pues al final de este una gran puerta sellaba la única entrada a lo que fuera el salón del Trono donde habrían sido recibidos hasta hace pocos meses cuando el anterior Rey vivía y no estaba toda la corte preocupada de la nueva coronación.

Se acercó entonces el Lord Protector quien llevaba en sus manos el pergamino que le entregara el capitán Garithos, al embajador tirreno y tras hacer un reverencia a él y a la joven que le acompañaba dijo.

Entiendo que ser recibido en el gran Salón no es lo que se hubiera esperado, pero en ausencia de nuestro monarca y del heredero quien se encontraba de cacería y debería de presentarse en breve junto con la familia Real, el banquete y la compañía de nuestros notables deberá bastar por ahora. Por tanto, espero que no os moleste esperar unos momentos.

Dicho esto, el Protector se alejó hasta desaparecer entre los pasillos y tomó el pergamino con ambas manos mientras lo hacía, examinándolo.
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Mensaje por Adoril Carter Mar Mar 12, 2013 1:50 am

La recepción continuó algún rato en la monotonía de la diversión de Palacio que para aquellos que la habían vivido tantas veces resultaba en hastío. En especial para quien con su par claros ojos grises observaba toda la escena, las damas con sus más elegantes vestidos, los nobles riendo en voz alta y los cortesanos muchos vestidos cada cual más a la usanza del sur resultando en algunos casos logrados gracias al comercio y en otros solamente burdas imitaciones.

— Creo hermano mío ante la tardanza de "la cacería" que es tiempo ya de que nos introduzcamos ante nuestros ilustres invitados en vista de nuestra dignidad ya para que no ose ningún vulgar cortesano el adelantársenos. Sed gentil y no intentes pasarte de listo porque en caso contrario habrá nuestro abuelo de enviar tu mano o un ojo a manera de disculpa.

Dijo el pensativo Gilles a su hermano mayor Guido quien distraído con las doncellas y sirvientas no había más que observado a los extranjeros con especial atención en la bella joven que les acompañaba. Claramente las observaciones de Gilles le resultaban muy útiles en aquellos momentos cuando habían dejado los juegos de la corte, las tabernas y debían estar atentos a todo siendo ojos, oídos y manos de su abuelo quien desde el Nido de Águilas debía ser capaz de controlar la corona y obviamente, deshacerse del Protector Carter que tanto recelo guardaba para con ellos aún siendo el en gran parte de la misma sangre.

Se acercaron ambos jóvenes que vestían sus más exquisitas vestiduras, Gilles en tonos de grises que acentuaban la cabellera negra y Guido en verde y marrón.

— Guido Conde de Fhiuera y Gilles Vizconde de Colina de plata, de la noble casa de Avenier y nietos de Arnot Avenier señor de su casa.

Los introdujo Rigwyn mayordomo de Palacio, a la vez que ambos hacían una reverencia al embajador y luego otra a la joven que a su lado izquierdo se mostraba casi indiferente con la recepción, saludando a ambos y siendo correspondidos. Se puso entonces Giles ante el embajador Stephanos y Guido ante su nieta, debiendo antes Giles cruzarse de lugar con su hermano ante la determinación de este a pesar de la lapidaria mirada recibida de parte de Giles para entablar conversación con la noble joven del Imperio.

— Lamentablemente mi abuelo Arnot no ha podido estar aquí para recibiros pues importantes asuntos le retienen en el Nido de Águilas pero a nombre suyo y de toda la familia os doy la bienvenida a Namaria y confiando siempre en que se pueda llegar a fructíferos acuerdos entre nuestros Reinos.

Tras Giles con sus ojos color miel miraba a la joven Daphne de manera profunda rompiendo con esto cualquier distancia física y de protocolo sin tener que siquiera moverse de su lugar.

— Es increíble como todas las flores más coloridas de nuestro norte palidecen ante vosotros, cual luz de Solar que se abre paso entre los ventanales del palacio e ilumina las vidas de nosotros los pobres hombres mortales.

— Mi Lady Daphne, podéis considerar esto un atrevimiento de mi parte pero tal como no se podría concebir el subir a la más alta de las torres del Nido de Águilas sin disfrutar de la briza, creo que no podéis estar en Namaria sin recorrer sus campos a lomos de los grandes corceles y así seguir hasta alcanzar el horizonte y yo no podría perdonarme el no acompañaros.


Terminó de decir esto rápidamente Guido pues tras un largo rato volvió Lord Adoril a aparecer en el salón y ordenando callar a los músicos y a los asistentes dijo.

— Quiero anunciar que Su Alteza Augusto Ricardo no podrá volver de la cacería aún hasta mañana. Por lo cual os invito a continuar el festejo y dejar así descansar a nuestros invitados tras tan largo viaje hasta nuestra corte.

Una vez dicho esto, el Lord Protector puso sus ojos sobre los miembros de la Embajada Tirrena e inmediatamente tras notar la nociva presencia de Guido y Giles junto a estos se dirigió hasta ellos.

— Ilustre Stephanos Palaiogoi os ruego me disculpéis por la tardanza pero como comprenderá los gobiernos del Reino requieren cada momento del día que tengo. Por tanto, el mozo Rigwyn estará honrado de acompañaros a vuestras habitaciones en las cuales está todo preparado para descansar del viaje y vuestros equipajes han sido ya llevados hasta ellas.

— Quedad en la gracia del dios, jóvenes señores Avenier pero nuestros invitados necesitan retirarse. Ilustre Stephanos, si hacéis el favor de acompañarme, guardias reales escoltarán a los vuestros.


Llegados ya al despacho del Protector, se quitó este su brigantina que a ojos observadores del embajador al ser dejada a un lado delató un peso exagerado para una simple prenda de ropa aún con los remaches metálicos.

— Ilustre Stephanos leída la misiva de parte de vuestro "Basileus", debo reconocer que son cuanto menos tentadoras o mejor dicho muy apropiadas propuestas con el fin de mantener una cordial relación entre las cortes. Especialmente el ofrecimiento de que representantes estén presentes en las respectivas cortes puesto que esto sería fundamental para poder llegar a concretar cualquiera de las otras propuestas y quiero que sepáis que con gusto hospedará el Palacio a vos o a cualquier legado del Imperio. El Comercio fundamentalmente creo sería muy beneficioso para ambos y por ende el asunto respecto a los piratas es cuanto menos algo que va directamente relacionado con el comercio puesto que debido a los difíciles y casi imposibles pasos terrestres debe realizarse por mar.

— Es por tanto que como hombre a cargo de los gobiernos del Reino, puedo deciros que preliminarmente estoy dispuesto a que navíos de la Flota Real se dispongan para la exclusiva persecución de los corsarios más cercanos a nuestro Reino, protegiendo con esto las rutas y los puertos Namaros de los asaltos y ataques. Condicionado claro, a que el Basileus haga lo propio en sus dominios y ambas coronas puedan salir beneficiadas.

Se puso entonces Adoril de pie y con una expresión mucho más seria, aún considerando que normalmente era así, tomó el pergamino que tenía apoyado sobre la mesa, pasó los dedos por el sello con forma de águila y volvió a dirigirse a Stephanos.

— Quiero que transmitáis la certeza de que la sucesión al Trono va tal como debe ir y que yo como Protector del Reino nombrado por el difunto Ricardo, confirmado por su Alteza y refrendado por el Gran Consejo de los Señores tengo los apoyos suficientes para asegurar que el Reino sea conducido de manera correcta y estable, pudiendo gracias a los lazos maritales asegurar esto. Lazos que son otro asunto que me gustaría tratar con vos y es que en Namaria solo las bodas pueden garantizar que las familias rivales se unan en pos de un heredero común para reinar. Heredero que en este caso el Príncipe Augustro Ricardo supone, pero claro, si los servicios del médico que entiendo llegó con vosotros se ofrecen tan gentilmente, los aceptaremos y yo mismo me encargaré de que se siga al pie de la letra todos aquellos cuidados que considere necesarios.

Hacía esta última parte de la carta muy feliz a Adoril, algo que apenas se notaba en su rostro, pero si la presencia de un renombrado médico de la corte Tirrena en el Palacio servía para poder ahuyentar a todos los curanderos y charlatanes que habían reemplazado a los magísteres debido a su influencia sobre la reina y a la vez lograba mejorar en algo la situación del Príncipe, que en el pasado fuera visto por otros médicos tirrenos aunque de no tan importante procedencia pues para Adoril era una misma solución a dos grandes problemas por un lado ponía los cuidados del Príncipe en manos de alguien que respondería ante él o al menos no ante la reina y los Avenier y el otro, la necesidad de estar inventando excusas inverosímiles para las constantes ausencias de Augusto, como la cacería cuando no podía este siquiera montar a caballo.
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Mensaje por Duror Mar Mar 12, 2013 2:34 am

En el salón, el viejo perdió su amplia sonrisa, para asumir una expresión solemne aunque algo fría, como si se preparara para una tarea extenuante. Después de todo, debía leer en el rostro del Protector todo cuanto las palabras dejaran oculto, procurando evitar ser leído a su vez. Y en este oficio, definitivamente, podía contarse entre los mejores de Gaia.

" Entonces, si os place, recapitulemos:

Respecto de la propuesta de las embajadas, contaríamos con vuestra aprobación, por lo cual cabrá, en el plazo de que disponemos, que espero no se extienda demasiado, definir exactamente el tiempo en que se despacharán emisarios, cuánto tiempo del año durarán las legaciones, tanto en Namarus como en Alexandropolis, y por supuesto, dónde serán alojadas dichas legaciones, que son de características, asumo, distintas a la presente, más producto de la contingencia que de un plan de relaciones estructurado.

En el capítulo del comercio, no era esperable resistencia de alguna de las partes, en tanto el beneficio, tal como recuerdo del pasado, es mutuo. Para probarlo, algunos de los mejores mercaderes traen muestras de sus productos, que serán exhibidas en tanto el príncipe heredero regrese de su cacería. Sobre la piratería, en efecto, nuestro objetivo es en efecto que ambas partes cuiden sus respectivas costas, y lamentablemente, no tenemos previsto alguna instancia bilateral para asegurarlo. Eso podría ser discutido en cuanto sea establecida la propuesta definitiva de las embajadas, y se ponga en funcionamiento."


El lenguaje impersonal, y funcionario, de Stephanos Palaiogoi contrastaba con la pretendida amabilidad, y tono coloquial del Protector, y ciertamente, esa era una de las muchas formas en que los diplomáticos tirrenos buscaban afirmar la superioridad de su organización, y en definitiva, civilización, frente a las improvisadas, a menudo impetuosas, formas de la política septentrional.

Luego, sin embargo, y tal como había comprendido, los últimos tópicos eran no sólo prioritarios para su interlocutor, sino crítico, tal como sospechaba tanto de los informes como de los rumores. La estabilidad del reino no podía ser, todavía, asegurada, y el débil heredero era clave, al menos mientras el Protector no estableciera su poder de forma plena.

"Pues, respecto de la estabilidad del reino, por ahora, me bastan vuestras palabras, al menos mientras el muchacho viva. De eso se trata, supongo, lo siguiente. Sabed que Basilios Galloi, posiblemente el mejor médico imperial, se ha encontrado desde un principio dispuesto a ayudarnos, y ha accedido, por escrito, a manteneros informado, considerando la dignidad y responsabilidades que le corresponden al joven Augusto Ricardo, incluso no siendo capaz de ejercerlas.

Sin embargo, sed advertido que la primera lealtad de todo médico tirreno es hacia el paciente, y luego, hacia sus familiares, y presuntos herederos. Esto, por cierto, lo digo no por suspicacia sino porque, en el pasado, algunos nobles de vuestro reino se han sentido incomodados, por razones culturales, asumo, a ciertas actitudes que responden a este principio rector. Dicho esto, ¿queda algo más que discutir?"


Sus habitaciones eran espaciosas y cómodas, si bien decoradas con cierta falta de tino, mezclando de forma caprichosa y algo burda los estilos. Sin embargo, a Daphne le tranquilizó encontrarse allí, al menos de momento. En aquella tranquilidad podría organizar sus pensamientos, rescatar lo que podría serle útil, y definir un plan de acción; después de todo, ella sabía muy bien que podía tener un impacto importante en el éxito de aquella embajada, al menos en cuanto a reunir información acerca de la situación del reino.

"¿Y así creen que pueden seducir a una doncella? Su torpeza, sin embargo, puede ser sólo una pantalla. El considerarlos simples campesinos podría ser el peor error que podría cometer, y sin embargo, nada hay de encantador en esos dos. Espero que el resto sea al menos ligeramente distinto."

Había accedido, de forma cortés, a la invitación del joven de ojos color miel, y sin embargo, no se encontraba del todo convencida. Pero debía recoger información, y por otro lado, no creía tener nada que temer; en caso de que fuera una trampa, seguramente podría con él, y sin embargo, es cierto, debería ser cauta.

Absorta en sus pensamientos, ni siquiera prestó atención al ruido de las habitaciones contiguas, donde numerosos portadores depositaban las mercancías de los comerciantes, guardadas en pesados cofres de fabricación enana, prácticamente impenetrables para quien no fuera su legítimo dueño.

Una vez hubieron acabado de trabajar, la joven buscó a un hombre, un tirreno alto, desgarbado, vestido de forma extremadamente lujosa, sin duda uno de los comerciantes, al que, de forma discreta, entregó una pequeña bolsa, seguramente llena de florines de oro.

" Supongo que mi encargo se encuentra a punto, ¿no, Demetrios? Lo necesito hoy, sin falta. En tierras extrañas, nunca se puede ser demasiado prudente..."
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Mensaje por Adoril Carter Mar Mar 26, 2013 4:07 am

En los establos reales, entre las más magníficas bestias caminaba el menos majestuoso de todas las majestades, tras él y manteniendo distancia un mozo y una pareja de aguamarinas le seguían a medida que avanzaba por el corredor acariciando y alimentando a los corceles de los establos, con linajes tan antiguos como las casas reales y guardados con sumo celo por el Palacio.

Llegando al final del corredor se detuvo e hizo a un lado, quedando cubierto por una de las puertas del establo, desde ahí observó a un apuesto joven mientas se subía a su montura, un gran corcel de color café y desde las bridas sujetaba a una yegua más pequeña pero con una larga y cuidada cabellera, completamente plateada. Tan bellos animales sentía no debían estar ahí sino libres en los campos.

— Alteza, el Lord Protector Adoril os solicita, por favor acompáñenos de vuelta a Palacio y Fried terminará de alimentar a los caballos.

Dio entonces el joven vuelta y se alejó caminando en dirección contraria al jinete, con sus escoltas esta vez uno a cada lado.

En la lejanía se podía oír el trote de los caballos por los caminos hacia palacio.

Junto a un muro, se detuvo el jinete y el relinchar de los caballos advirtió su presencia a la vez que mantenía su mirada fija en la ventana en la altura. Sus ojos dorados se movieron de lado a lado esperando ser correspondido por la joven noble tirrena. Durante la noche su hermano Gilles le había estado aburriendo con reflexiones sobre lo irresponsable de su actuar y a la vez lo bueno que podía resultar y las ventajas que se podrían conseguir si él actuaba como debía y demases artimañas que hacían viera Guido en Gilles una versión radical de su abuelo, en su opinión resultaba aburrido desde que el Rey había muerto y habían vuelto a la corte.

— Mi Lady, dichoso estoy de que haya aceptado mi ofrecimiento y es que debo deciros que de haber sabido que los rumores sobre la belleza de las mujeres del sur eran mucho más que rumores, habría insistido en ir en cualquier legación de Namaria en el Imperio o de ser necesario coger el primer barco y navegar entre los piratas hasta llegar a Alexandropolis.

Bajó el joven de su corcel y tirando delicadamente de las bridas se acercó a Daphne, poniendo una de sus manos sobre las crines casi blancas de la yegua.

— No puedo olvidarme también, os presento a Sarah, una de las más preciosas yegua de los establos reales, pertenece a una de las princesas reales pero no temáis que Blanca es demasiado pequeña y no la ha de montar en mucho tiempo aún, por cuanto además es adorable y estoy seguro la compartiría gustosa con vos.

La ayudó entonces a subir a la montura y siguiendo el curso ascendente del río iniciaron la cabalgata, atento el joven en todo momento a que su acompañante no se viera superada por la yegua, que aunque bella y exquisita, era también poco experimentada. Por suerte al cabo de un rato andando ya parecía haberse acostumbrado.

— Aquí nos desviamos del camino y andaremos entre los pastos para llegar a un lugar que quiero mostraros, casi secreto, oculto en medio de la enormidad de estas tierras. Claro, siempre que no os incomode un poco de aventura, cual si no fuera suficiente llegar hasta estas supuestamente salvajes tierras...

En los corredores del palacio, el Lord Protector caminaba como de costumbre, con esa mezcla de actitud enérgica que a la vez podía ser interpretada como iracunda. Seguido por la media decena de escuderos se presentó ante una de las puertas de las habitaciones asignadas a la delegación Tirrena. Abrió la puerta, revelando cierta pereza tras la tardanza un hombre.

— Maestro Galloi, soy el Protector del Reino y os necesito. Tendréis la oportunidad de ver al príncipe heredero y el tiempo es precioso en este momento.

Al cabo de un par de minutos el médico Tirreno salió vestido y portando equipaje el cual llevaron los escoltas de Adoril. Avanzaron por el Palacio hasta salir a un jardín para sorpresa del hombre que acalorado estaba por el ritmo que debía seguir tras las zancadas del Protector. Bajaron por una escalera apenas perceptible, poco llamativa y que solo los llevo a un sótano, desde el cual siguieron avanzando por los oscuros pasillos hasta llegar a una gran puerta metálica.

Al otro lado de la puerta un pasillo de azulejos relucientes tras una fachada tan férrea les llevó hasta dos puertas de madera una tras otra, antes de abrirlas el Protector en su tono serio dijo al médico.

— Basilios, sois recomendado por la corte de Alexandrópolis,por lo que representáis al Emperador y por ende os agradecería que antes de hacer cualquier cosa, lo habléis conmigo que soy quien se entiende con vuestro imperio. Es de vital de importancia que guardéis todo lo que veáis e incluso vuestra reputación y obviamente, el que atendéis a mi sobrino. Tenéis un par de horas para examinarle y hacer lo que sea que hagáis.

Os advierto que si se sabe que veis al príncipe con mi autorización y enviado por el Imperio y por coincidencia algo le pasa, se podrían hacer demasiadas conjeturas perjudiciales para todos nosotros.
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Mensaje por Duror Miér Mar 27, 2013 1:01 am

A Daphne las galanturas de su acompañante parecían no hacerle mucha gracia, lo cual hacía más que evidente con su expresión severa, algo tensa, ante las palabras del muchacho, quien sin embargo, le había ofrecido, con cortesía algo impostada, falsa, una yegua pequeña pero hermosa, excelentemente escogida.

" Guido, ¿no es así? Por mí no os preocupéis, porque sé de caballos, y sé montar; no soy desvalida. Por cierto, agradecería que vuestros modos fueran algo más corteses. No soy una aldeana."

El joven de ojos dorados demostró una actitud sumisa, callada, tras esta respuesta, dura por decir lo menos, al menos durante unos momentos, mientras la joven, quien debajo de su delicado vestido color esmeralda, vestía unos pantalones de jinete, apenas evidentes. Ciertamente, tras tomar las riendas, era evidente que había pasado mucho tiempo cabalgando. No le costó en absoluto controlar al animal que parecía presentir que se encontraba no ante una niña, sino ante un experto.

El río definitivamente era una vista agradable; caudaloso, ancho, profundo, corriendo de forma libre, indómita, y a su alrededor, en la campiña, un verde intenso, que la joven, acostumbrada a los más secos pastizales del oriente imperial, consideraba a la vez extraño e impresionante.

- Claro, siempre que no os incomode un poco de aventura, cual si no fuera suficiente llegar hasta estas supuestamente salvajes tierras..."

Las últimas palabras de Guido, sin duda, le entusiasmaron. Por primera vez, el joven parecía haber acertado completamente, al sugerir explorar el paisaje; sin duda había entendido que eso era lo que estaba esperando de aquella salida. Con la yegua completamente dominada, siguió, sin decir nada, a toda velocidad, a su guía a través de los densos, elevados, salvajes pastos de Namaria.

Tras un camino algo accidentado, cuesta arriba, que sin duda le pareció interesante, con algunos árboles y avecillas que desconocía, llegaron a un bosquecillo compuesto principalmente por robles y hayas. Tras desmontar, siguieron a pie, conduciendo por la rienda a sus respectivas monturas, rodeados por los sonidos silvestres, distintos, pudiendo, a la distancia, divisarse lo que le pareció era un ciervo adulto.

-Sólo un poco más, ya estamos cerca.

En un claro en la floresta, húmeda y espesa, encontraron una pequeña laguna de aguas cristalinas, de una belleza tal que la joven no pudo reprimir una gran sonrisa, así como una evidente expresión de maravilla, que pudo ser apreciada por Guido, quien, al verla sonrojarse, decidió mantener el silencio hasta que se sintiera cómoda. Tras un rato, Daphne respondió, con una mirada jovial, amable, en sus profundos ojos color esmeralda, una que su interlocutor hasta entonces no había conocido. Hasta entonces.

" Te agradezco, Guido, profundamente, que me hayas traído aquí, así que te propondré un trato. Mientras no estemos acompañados, hablaremos directamente, me tratarás de tú y yo haré lo mismo. Dicho esto, supongo, ya que propusiste una aventura, que habrá más que ver. Y créeme, deseo verlo, y me siento capaz de aventurarme en un bosquecillo. No es como encontrarse sola en las montañas, ¿sabes?"

Mientras tanto, en Palacio, el tirreno gordo y barbado hizo desnudar al débil joven, quien, se veía, por cierto, aún un niño, y tras una media hora de un examen detallado y preguntas insistentes a quienes estaban a cargo de su cuidado, le hizo vestir, escribió algo, sin prestar atención a las personas presentes y salió de la habitación, en dirección a la cocina.

Tras algo menos de una hora de ausencia, regresó con un plato de caldo, el que hizo servir de inmediato al joven heredero, acto que observó con una expresión meditabunda, algo distraído, como si lo que sus ojos notaban era mucho más que la escena, aburrida por cotidiana, de la alimentación de un muchacho enfermo, desvalido.

Luego, salió de la habitación, con paso mucho más rápido de lo que parecía posible, para encontrarse con el Protector, quien, evidentemente confundido ante las extrañas costumbres del invitado, esperaba, con expresión iracunda, una explicación.

" Señor Protector: Habéis solicitado mi ayuda, y he hecho cuanto me ha parecido necesario para llegar a una conclusión en relación a mis conocimientos y creencias. Pues bien, supongo que sabéis que los que practicamos la profesión a la que me dedico creemos que son los desequilibrios en el orden del mismo cuerpo, y no extrañas fuerzas malévolas, los que causan la enfermedad, y que el control de cuanto ingieren nuestros pacientes es una de nuestras principales armas para restablecer dicho equilibrio.

Si bien, dado lo largo de los padecimientos del joven Augusto Ricardo, muchas de las consecuencias de su enfermedad se mantendrán, creo que nos encontramos en posición de cierta mejoría, que creo no menor, si seguís mis instrucciones.

En primer lugar, no debe consumir alimentos que contengan alguno de los granos conocidos, beber cuanta agua de manantial pueda tolerar, consumir abundantes frutas, verduras, y en cuanto a las carnes, no hay restricciones, pero recomiendo añadir a su dieta carne de pescado y mariscos. Por supuesto, las indicaciones de cada una de sus comidas serán dictadas y vigiladas personalmente por mí, y esa es la primera de mis condiciones.

La segunda es, creo, una gracia. Entiendo, siendo yo un médico de la corte imperial, y por lo tanto, no ajeno a las intrigas y conflictos dinásticos, que nos encontramos en una situación política compleja, y mi informe a vos refleja entendimiento de ello; y sin embargo, solicito dar una información completa a la madre del joven heredero. Es acorde a los principios que mantengo en vistas y considerando que el paciente se encuentra incapacitado. Si estas condiciones se cumplen, pues, aceptaré gustoso quedarme al menos por unos meses, para evaluar si mis indicaciones tienen éxito, y mis sospechas son correctas."





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Última edición por Duror el Miér Mayo 15, 2013 12:04 am, editado 2 veces
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Mensaje por Adoril Carter Lun Mayo 13, 2013 1:50 am

A medida que oía atentamente las palabras del médico, el Protector se mostraba incrédulo, dubitativo y claramente sorprendido.

"Soy lo que se dice un hombre práctico, en su momento pude creer que el problema de Augusto fuera un castigo de los dioses a nuestra familia por lo que se podrían considerar crímenes pasados. Pues aún siendo poco creyente, sus males eran algo extraño y que no habíamos visto en nuestros antepasados. Es el simple descarte el que me ha llevado a creer que ningún sacerdote o hechicero podrá hacer nada y está claro que si vos tenéis la respuesta según la observación del cuerpo de mi sobrino, tenéis mi confianza. La cual, le recomiendo aprecie... digamos, como si fuera vuestra vida la que está en juego."

Se peinó entonces Adoril el cabello, pasándose las manos por la cabeza para luego entrecruzar sus dedos por detrás de la nuca y quedar unos segundos así, mirando el piso.

"Estáis diciendo entonces que basta conque no coma granos y en su lugar coma frutas, verduras, carne y beba abundante agua... de ser así, yo mismo me encargaré de que os obedezcan en todo en las cocinas y claro, habré de encontrar una forma de ser discreto al respecto. Pues no queremos que nuestro heredero sea envenenado por un simple pan si llega a conocerse esta debilidad por los granos.

He decidido que la madre del príncipe se entere, pero esto ha de hacerse con mucho cuidado y tacto. Es sabido que la Reina lleva años intentando encontrar quien pudiera curar las afecciones del príncipe y esto la ha llevado, en su desesperación, a ser confiada y esto a su vez, a ser desconfiada de todos aquellos quienes dicen que tienen "la cura" para sus males. Más aún ahora que sin el Rey, se encuentra completamente a la defensiva al respecto y traeros al príncipe sin que se enterase no ha sido fácil."


Finalmente el Protector se acercó bastante al hombre que le parecía ahora, tan valioso y levantando su ceja derecha le dijo.

¿A qué y cuanto os referís con una mejoría no menor?

Mientras, entre los bosques ya no tan cercanos al palacio, Guido Avenier y Daphne la nieta del Embajador Tirreno se habían detenido en los pastos junto a una laguna, entonces éste echó una carcajada, cuidando de no ofender a su acompañante.

Resulta curioso lo que mencionaste cuando llegamos, porque precisamente si seguimos en esta dirección, llegaremos hasta las montañas.

Luego, comenzó a dar vueltas alrededor, observando los árboles, tomó a su caballo y lo llevó de donde estaba junto a un árbol, entonces afirmándose en los estribos de su montura dio un pequeño salto para perderse entre las ramas y bajó luego junto a la joven con una manzana en cada mano, ofreciéndole la más grande y roja de ambas.

Ciertamente, me queda claro que no sois ni pretendéis ser una dama en apuros sin ser por ello tampoco una salvaje y creo que eso os hace más encantadora aún. He vivido muchos años por aquí en palacio y he de decir que si lo "quieres" es un poco de aventura, lo mejor que puedo ofreceros es un paseo dentro de las grandes murallas. Debo decir, que si vuestro abuelo y tu se quedan el tiempo suficiente podrían ver un Torneo de caballeros como se estila por estos lares y seguramente verás como descabalgo uno por uno a todos esos Carter y sus vasallos, con sus enormes armaduras y sus caballos que ellos afirman son los mejores del Reino. Cosa que no he de negar en parte, pero a mi me basta en lo personal con que mi montura sea rápida y lista como para no temer a una caída.

Del lugar del que yo provengo, nos inculcaron que era preferible que te derribaran a que terminaras aplastado por tu propia montura y tullido o muerto.

¿Habéis estado en un torneo alguna vez?


Una vez dicho esto, miró a su acompañante con gesto de invitación y comenzó a caminar alrededor de la laguna mientras con su cuchillo trozaba la manzana y observaba a Daphne en silencio.
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Mensaje por Duror Miér Mayo 15, 2013 12:35 am

Basilios, al parecer acostumbrado a tratar con aquellos interlocutores, escuchó con distraída paciencia, a la par que se mesaba la barba, observando, a pesar de su apariencia despistada, cada expresión del poderoso Protector del Reino. Tras una pausa que consideró prudente, se decidió a responder, con estudiada lentitud:

" Pues bien, vayamos por partes. Entiendo a la perfección todas y cada una de vuestras preocupaciones, por cuando entiendo qué es lo que está en juego. Efectivamente, estoy de acuerdo con ser cauteloso con entregar la información a la reina madre, y sin embargo, me gustaría recordaros que, por virtud de mi ocupación, estoy bastante preparado en lo que respecta a, por un lado, mantener en secreto mi diagnóstico del joven heredero, y por el otro, dar la justa medida de información a su madre .

Su esférico rostro, que irradiaba una mezcla de benevolencia y confianza, parecía recalcar el respetuoso tono del médico, a pesar de encontrarse defendiendo sus artes.

" Respecto a qué es lo que espero de mi tratamiento, es justo que me explaye. En primer lugar, dado lo largo de los padecimientos del muchacho, no creo que haya mejoría importante en su estatura, ni creo que logre desarrollar un físico auténticamente fornido.

De lo que espero mejore en gran medida, pues, espero el fin de sus molestias digestivas, y con ello, una importante mejoría en su nutrición, al cabo de unos cuantos meses, a lo que se añadirá un color saludable, mayor ánimo, y menor tendencia a la fatiga, si es que el tratamiento ha sido exitoso.

Lo que es, lamentablemente, bastante incierto, es cuánto mejorará de su incapacidad mental. Es algo que, de momento, soy incapaz de pronosticar y que deberá verse a su debido tiempo."


Sus ojos brillaron, en una expresión inteligente. Sabía que en el último ítem debía ser lo más cauto que fuera posible, tanto para tranquilizar a su huésped como para protegerse a sí y al joven a su cuidado. Finalmente, extendiendo la mano con seguridad a Adoril, sentenció:

"¿Estamos de acuerdo, Su Señoría, o hay algún otro punto que discutir?"

En aquella floresta de un verde que le parecía más intenso de lo que conocía, la muchacha se sentía a gusto, lo cual, abandonando su anterior desprecio por su acompañante, mostraba plenamente en su agraciado rostro, ahora sonriente.

" ¿Realmente estamos cerca de las montañas? En mis tierras, son algo más agrestes... En todo caso, sola no me encuentro."

Tras recibir la manzana, le dio un mordisco, encontrándose con una frescura y un sabor algo distinto que el conocía. En esas tierras húmedas, definitivamente, todo era distinto. Siguió comiéndola con educada lentitud, mientras escuchaba las palabras de un Guido que, de pronto, ya no le parecía aburrido.

" Oh, los torneos tal como los conocen aquí no existen en el Imperio. Tenemos en cambio, el pugilato y las carreras de carros, que, aunque no lo creas, mi estimado Guido, pueden ser tan violentas como el combate de caballeros. Sin embargo, he leído de qué se trata, por los libros de mi abuelo, y si es posible hacerlo, no dudaré en ver si haces algo de lo que hablas... "

Daphne soltó una sonora carcajada tras sus últimas palabras, dando a entender que ya no tenía animosidad alguna.

" Por cierto, si ganas el torneo, y alguna vez visitaras el imperio, quién sabe, tal vez te deje escoltarme al hipódromo. Pero basta de charla, pronto deberemos estar volviendo, y realmente quiero ver un ciervo de cerca. Así que en marcha, caballero Guido."
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Mensaje por Adoril Carter Jue Mayo 16, 2013 8:07 pm

Miró Adoril a su interlocutor unos momentos, como intentando descifrar lo que oculto tras esa barba y apariencia poco amenazante le ocultaba el tirreno, que como médico de la corte imperial tenía que ser un hombre que supiera ocultar la verdad manipularla según fuera la conveniencia. Entrecerró Adoril los ojos y dio la mano al médico, ganando a cada momento una mirada más maliciosa.

Antes de dejaros libre, quiero recalcar que en vista de vuestra experiencia y de que estáis seguro de poder con la tarea, seréis vos quien habrá de presentar a la Reina madre la cura que proponéis para aliviar al príncipe, guardando los pormenores para quien vela por los intereses de él y del Reino, osea yo. La reina es una buena mujer pero en ocasiones puede ser un poco temperamental de tratar cuando se trata del príncipe Augusto.

Por cierto, no se preocupe demasiado, ya que si sois sincero y vuestro arte no os engaña pues no hay nada que temer y mucho que ganar. ¡Que mi sobrino monte a caballo como un buen Carter y nadie osará cuestionar su sangre!


Soltó luego de decir ello la mano del tirreno que llevaba apretada unos segundos con fuerza por el guante del protector. Pasó la mano por su cinto y sacó un pequeño trozo de papel marcado de rojo con un imponente grifo.

Por cierto, tenéis en este documento con mi sello, la autoridad de la Regencia en vos. Aún así, la colaboración de la reina exige que se lo pidáis a ella personalmente e incluso lo mejor sería que no llevéis este papel al ir a verla.

Pues bien "mi lady." -Dijo Guido en tono amistoso "Si un ciervo queréis ver, pues un ciervo veréis, pero no os prometo nada respecto a verlo de cerca, pues en general solo tras ser cazados se logran ver, pero veamos si nos sonríe la suerte."

Sacó entonces desde su montura, una gruesa lanza con una punta ancha y dos mástiles que va a varios palmos se dividían cada uno en una dirección distinta. Miró a la joven que observaba la imponente lanza y con suma naturalidad le dijo:

"Es, por los jabalíes. Y es que aún no estando pretendiendo cazar en vuestra compañía, cierto es que durante los tiempos de apareamiento meterse en el espacio de una de estas bestias no es buena idea y aún menos el defenderse con una espada ante su carga.

Pero descuida, no tienes nada que temer estando conmigo.
"

Tomó entonces las riendas de su caballo e invitó con un gesto a Daphne a seguirlo caminando por un sendero en medio de la foresta. Llevaba las riendas pasadas por el astil de la lanza, la cual sujetaba con la mano derecha. Sabía que así en caso de problemas podría disponer de un total manejo del arma a la vez que el caballo quedaba sujeto, pero en caso de ser necesario liberado para luchar con total libertad.

Avanzaron así por largo rato sin decir palabra alguna, hasta que de súbito, Guido se detuvo y dio media vuelta.

"Daphne." -Dijo Guido en voz baja, casi susurrando."Ten mi caballo y espera aquí"

Dicho esto, se metió entre árboles y matorrales para finalmente desaparecer de la vista de Daphne en medio del verde en absoluto silencio.

Pasaron un segundos hasta que el ruido de lo que parecía ser un gruñido la alertó y al observar a su derecha pudo ver como pasó junto a ella a gran velocidad, que a ella le pareció un instante, saltando un tocón una cierva junto con su cervatillo y detrás de ellos, corriendo venía Guido, quien bajaba la lanza de por sobre su cabeza para luego disminuir lentamente la velocidad junto a Daphne y terminar estrellado en el suelo, entre una cama de hojas secas al tropezar con el tocón que habían saltado las dos criaturas.

Se dio vuelta solo para mirar a Daphne con cara de capitulación y echar a reír con la ropa y el cabello lleno de hojas secas y ramas. Mientras la miraba, suspiró y la miró con cara de sacrificio.
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Nombre:: Adoril Carter
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