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La Edad de Hierro

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Mensaje por Duror Jue Ene 03, 2013 2:31 am

- Shamukh.

Esa palabra, tan familiar para Duror en su infancia, sonaba extraña dicha tantas veces de forma simultánea, por múltiples tenderos, compradores, soldados y simples caminantes, tanto enanos como humanos. En cierto modo, pese al orden reinante en las calles adoquinadas rodeadas de puestos de mercaderes, escultores, herreros, cocineros, y otros que ofrecían sus productos, el barrio enano de Alexandropolis siempre le parecería caótico, acaso por la perfecta simetría y algo forzada perfección de aquel orden.

Acaso, porque un enano fuera de las cavernas subterráneas siempre sería en parte un extranjero, pensó. Y una sonrisa le cruzó el rostro, mientras caminaba con calma seguridad, preocupándose de saludar educadamente a todo quien le saludaba. Y eran muchos, tal vez demasiados. Finalmente, encontró a lo lejos una cara que deseaba ver, y la sonrisa se volvió sincera, privada de toda ironía. Seguramente, era su día de suerte.

- Capitán, a su servicio.

- A su servicio y al de su familia, General Duror.

Se encontraban en una de las avenidas principales, una calle de ladrillos primorosamente mantenida cubierta por la sombra de enormes cedros, donde se encontraban las más prestigiosas tiendas locales. Específicamente, en el exterior del Dragón de Montaña, posiblemente el mejor lugar para paladear cocina enana fuera de las cavernas de Ghuzz.

El aludido, un humano de treinta y tantos años, de pelo negro, estatura mediana, cuidadosamente afeitado, vestido en uniforme de la Guardia, tras saludar amistosamente, hizo ademán de entrar, seguido por el enano. Se sentaron, y tras ordenar su comida, comenzaron a conversar, en tono amistoso.

- Te creía en Palacio y no aquí, persiguiendo ladrones comunes.

- Sigo en Palacio, Duror, sólo estoy libre hoy, por lo que me libré de los preparativos. Y llámame loco, pero extraño la cocina enana, quizás más que la lucha en el este. A propósito, ¿qué tal va la guerra sin final, aquella contra los piratas?.

-Bueno, sigue sin final. Eso es lo malo. Lo bueno es que no tengo que temer por mi empleo.

Ambos rieron a carcajadas, aunque sus miradas demostraban cierta preocupación y temor, comunes en esos tiempos. Después de todo, se encontraban ante una situación, si bien no crítica, al menos delicada.

- Dejémosnos de bromas. Lo que deseo saber es lo siguiente: ¿Cómo se encuentran los ánimos en Palacio?

- ¿Cómo ven a los enanos, quieres decir? No puedo decir que no haya tensiones, en toda sucesión las hay, incluso en una que parece ir bien, o mucho mejor que en el pasado reciente. Sin embargo, no creo que haya nada que temer. Al menos no mientras sigas vivo. Y juzgando por lo que veo, falta mucho tiempo para preocuparse por eso.

- Muchas gracias por la información. ¿Puedo levantarme? Sé que confirmaría muchas suposiciones sobre mi gente, pero tengo asuntos que atender en la ciudad. Espero tener más tiempo en mi próxima visita, o que vuelvas al frente con tu próxima promoción. Lo que suceda primero.

El capitán asintió amablemente. Duror ya había terminado de comer, y tras pagar el consumo de ambos, además de una generosa propina, se preparó para levantarse. Había demasiado que hacer, y el calendario oficial lo oprimía. Era un soldado, no un frívolo cortesano, se dijo a sí mismo, pero sabía que debía ser acaso más cauto en la ciudad que defendiendo un bastión frente a los enemigos del Emperador.

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Mensaje por Duror Lun Ene 07, 2013 1:49 am

- ¿Juráis por vuestros antepasados defender las leyes del Imperio, así como sus súbditos, de las amenazas exteriores?

Con solemne lentitud, el Patriarca realizaba, con orden e impecable pompa cada una de las preguntas del largo juramento. Frente al anciano de largos y albos barbas y cabellos, vestido con todo su ajuar, se encontraba un hombre joven, de unos veinticinco años, de porte apuesto, distinguido, tez blanca y cabellos rizados, color azabache, con rostro impecablemente afeitado. En lugar de un lujoso atuendo ceremonial, enfrentaba la ceremonia en su armadura de batalla.

- Sí, juro.

Quitando la vista de la ceremonia por unos instantes, Duror observó con cautela a su alrededor. Frente al Palacio Imperial, en la Explanada de la Plaza de los Prohombres, una espectacular conjugación de naturaleza con acción humana, donde destacaban los sicomoros cuidadosamente podados, así como los cedros altos y frondosos, se encontraba todo el cortejo, conformado por los notables de la ciudad, la guarnición, y los sacerdotes.

Algo incómodo en sus finos ropajes de seda, y lamentando no encontrarse con los soldados, en una armadura de gala, sino en el pabellón reservado a los enanos, volvió a posar su vista en la coronación, por un momento. Otro enano, vestido en una antigua armadura enana, lo distrajo. Pese a su melena blanca, parecía firme como un toro.

Era su padre, a quien no había visto hasta ese momento. Tras saludarlo procurando no ser demasiado ruidoso, ambos contemplaron nuevamente la ceremonia, esta vez sin apartar la vista, examinando con cautela el cumplimiento de todos los pasos restantes.

- ¡Larga vida al Emperador Aurelios VII Lepidos! ¡Que su reinado traiga gloria a los Tirrenos!

Al terminar los juramentos, los soldados primero, luego seguidos por los sacerdotes y los nobles, aclamaron al joven emperador, que se ciñó la corona tras la bendición del anciano Patriarca. En cierto modo, era lo que Duror había estado esperando todo el día; pronto podría partir el Emperador hacia la frontera noroccidental, así como él, Duror, cabalgar de vuelta a Thalis para proseguir la guerra contra los piratas.

Una vez terminada la ceremonia, Duror se despidió de su padre, así como de numerosos amigos y conocidos, y caminó en dirección contraria a la de la mayoría del cortejo. Había sido citado a Palacio, a una reunión extraordinaria del Consejo.

Una vez al interior del majestuoso complejo, atravesando un patio interior decorado con árboles de olivo, se encontró con una estatua, que le hizo sonreír, recordando acontecimientos de su propio pasado. Aquella imagen del legendario Emperador Alexios y sus cuatro hijas siempre encendía su imaginación. Una vez frente a la puerta, uno de los miembros de la guardia le hizo señas para que entrara.

- Sea bienvenido, General. Le están esperando.

- Bien hallado, Su Majestad. A su servicio y el de su familia.


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Mensaje por Duror Lun Ene 07, 2013 9:33 pm

El salón del Consejo, una habitación de tamaño relativamente pequeño, de impecable, pero austera factura, donde el rasgo dominante era una mesa rectangular de roble, alrededor de la cual estaba sentado el Emperador, así como sus más cercanos colaboradores. En este caso, Duror pudo contar 8 dignatarios además del Emperador, antes de ser invitado, de forma seca a sentarse.

Un hombre anciano, calvo, de cabellera blanca en el resto de la cabeza, y bigote y barba del mismo color, larga, mustia, piel cetrina, de estatura mediana, y contextura delgada, enfermiza, comenzó hablar antes siquiera que el enano se acomodara en su asiento.

- Bienvenido, General, seguramente se preguntará por qué ha sido citado a una reunión privada, en lugar de sencillamente ser interrogado por la Dieta Imperial.

- Lo cierto es, Excelentísimo Senescal, que no me sorprende. Y quizás en este momento, sea lo mejor para todos que las preguntas sean respondidas velozmente, para que la vida del Imperio pueda continuar sin mayores sobresaltos, salvo, por supuesto, los que vienen de las guerras que estamos combatiendo.

Duror respondió en un tono rudo, mucho más parecido al de la mayoría de los enanos que al de un hábil estratega del Imperio, al mando de un numeroso contingente, tanto de Hombres como de enanos, y respondió la intensa mirada de odio que le lanzó el Senescal, jefe de la administración pública imperial, y mano derecha del antiguo emperador.

- Senescal, remítase a hacer las preguntas, por favor. Si en algo tiene razón el General Duror es que nuestras presencias son requeridas en el frente de batalla.

El joven emperador, aún vestido en armadura, con un tono impaciente, pareció anticiparse a lo que podría ser un largo intercambio de recriminaciones entre los dos. En cierto modo, no había demasiado tiempo para actuar, y rumores preocupantes surgidos fuera de las fronteras tirrenas requerían mayor atención que las dificultades de una sucesión, dentro de todo, tranquila.

- Bien, entonces atengámonos a lo fundamental. General, ¿jura usted lealtad eterna a Aurelios, de la Casa Lepidos? ¿Niega tomar parte de cualquier conspiración en contra de su persona?

- Senescal, mi voz es distinguible incluso en las multitudes, por lo cual, creo que más de alguno que me conozca, habrá podido escuchar mi voz en el juramento de hoy. Y si me pregunta por el pasado, no, no he sentido la necesidad de una nueva rebelión, y tampoco la ha sentido ninguno de quienes nos alzamos hace 31 años atrás.

El enano, rodeado de antiguos consejeros del Anciano Emperador, no se hubiera sentido seguro de no ser por el respetuoso silencio que guardó el joven Emperador, mientras otros de los hombres susurraban entre ellos.

- ¿ Tampoco Stefanos Palaiogoi? Pues sabemos que mantienen lazos de amistad, y con su poder sobre el ejército, y sobre los enanos, por no hablar de sus propias habilidades. Hay quienes hablan que usted es el más completo herrero enano en 3 generaciones...

- Tampoco Stefanos Palaiogoi, si olvida cuánto ha hecho por el Imperio en el tiempo posterior a la rebelión. Por otro lado, olvida que el tratado ha sido cumplido por todas las partes, y creo, hasta el momento, nos ha beneficiado a todos, y no veo que eso haya cambiado con el ascenso de Su Majestad al trono. Más bien, creo que la paz está en vías de consolidarse. Por otro lado, es en el exterior donde están los verdaderos peligros, en estos tiempos.

Y sobre mi habilidad en herrería, lo siento, pero puedo decir que está completamente equivocado. Cree demasiado en los rumores.


Duror había comenzado, al negar las acusaciones del Senescal, a jugar con su espada. El Emperador, lejos de sentirse amenazado, miró el arma con una evidente y sincera fascinación, y una vez el General hubo terminado, dijo, con aire jovial:

- ¿Es esa ...? ¿Puedo examinarla?

- Por supuesto, Su Excelencia. La forj... ejem, la forjaron especialmente para mí, hace ya un tiempo respetable.

Ante una mirada de suspicaz incredulidad de parte de los Consejeros, el Emperador comenzó a observar la hoja, que había adquirido ya un aire legendario por mérito propio. Se decía que era la mejor espada enana en existencia, e incluso los más hábiles herreros enanos la comparaban con las poderosas espadas de eras pasadas. Finalmente, la situación se distendió, y satisfecho por lo que presenció, El Emperador, dijo con amabilidad:

- Entonces, ¿jura usted mantenerse lealmente en servicio del Imperio y de mi persona?

- Sí, juro.

- Pues, a mí me basta, de alguien del honor de Duror de Ghuzz. Senescal, por favor aparte recursos para aumentar en 30 barcos la flota suroriental. Vaya a vencer a los piratas, General, que es para mí, una prioridad. El Thema de los Cardaces es parte vital de la economía imperial, y rumores preocupantes me llevan hacia el Suroeste. Efectivamente, acaba de comenzar un tiempo de grandes cambios en el exterior. Una Edad de Hierro, en el decir de sus antepasados.






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Mensaje por Duror Miér Ene 09, 2013 2:10 am

- ¿ Y qué novedades se han presentado en mi ausencia?

- Han ocurrido ataques en algunas aldeas de pescadores, pero nada fuera de la normalidad...

El Palacio Provincial de Thalis, un edificio de caliza blanca, de proporciones ciclópeas, parecía demostrar la inmensa riqueza del Thema de Parnassia, que le hacía víctima regular de las incursiones de piratas, la mayoría de ellos corsarios del vecino reino de Abukir. Sin embargo, Duror no pudo evitar pensar que no se trataba de los ricos terratenientes, sino más bien de pobres campesinos o pescador, cuando había que pensar en los más afectados por los ataques.

En todo caso, no tenía tiempo que perder, y sin ir a sus aposentos, ordenó de inmediato la construcción de los nuevos navíos autorizados por el Emperador, que deberían estar listos en un mes, si se trabajaba de forma rauda. Una vez solo en su despacho, comenzó a examinar sus mapas, para localizar con precisión los blancos de los ataques.

- General, ¿por qué no avisó de su regreso? Hay muchas cosas que discutir.

Una mujer joven, de bellas facciones, tez clara, pelo negro recogido en un complejo peinado, de moda en la alta nobleza tirrena, vestida en una eleganta y ligera túnica de lino, con numerosas joyas adornándola. Ciertamente, se trataba de una noble, presumiblemente la esposa de un poderoso terrateniente local.

-Estoy de acuerdo, son muchas las cosas que discutir y planificar, pero no con usted.

Duror, un enano que en general se sentía bastante orgulloso de sus buenas relaciones con los humanos, no pudo reprimir su desprecio por aquella mujer y lo que significa, algo que ella fingió no notar, a pesar de esa pequeña mueca que, por instantes, parecían delatar que se sentía ofendida por las rudas palabras del gobernador.

- Pero supongo que estará de acuerdo conmigo que estos ataques no pueden seguir tal cual. Y supongo que sabe muy bien que no lo digo solamente por los intereses de mi familia, o de las familias como la mía. No entiendo por qué se rehúsa a entenderlo.

- Entiendo perfectamente sus preocupaciones. Sin embargo, dudo que comentarlo con usted, o sus familias, más allá de las instancias existentes para ello, nos acerque a solucionarlo. Y creo que ahora nos encontramos más cerca de la solución. Y no, no es realmente por mérito mío, Señora, si desea esa información particular.

- Me alegro de oírlo de su boca, General. Y sin embargo, le aconsejaría que olvide su propio pasado y confíe en la ayuda que al menos algunos de nosotros, y es cierto que no todos, estamos dispuestos a brindarle. Sabemos muy bien que es el mejor hom..., el mejor para ejercer el cargo. O al menos, yo lo sé.

La joven entonces, tras despedirse con cortesía, se fue, con el paso algo forzado, como si hubiera sido ofendida por la dureza de las palabras del enano, o su obstinación. Duror por su parte sonrió de forma irónica, cavilando si, efectivamente, las señales de su interlocutora traslucían la verdad, o al menos, parte de ella, o se trataba de una trampa. Sin embargo, recordó que no había tiempo para tales meditaciones, y volvió a examinar sus mapas, aliviado de encontrarse solo de nuevo, en su despacho.
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Mensaje por Duror Jue Ene 10, 2013 12:31 am

Al día siguiente sería el consejo de guerra. Si bien de momento, hasta que estuvieran listos los barcos, y no arribaran los refuerzos prometidos, no era posible tomar nuevas acciones contra los piratas, que seguían asolando las localidades costeras. A pesar de ello, Duror se encontraba de buen ánimo, y había muchos factores en ello, siendo quizás el principal que, casi dos semanas después de la coronación del joven Aurelios, la situación parecía haberse normalizado en Alexandropolis, a juzgar por las cartas de su padre, así como las de Stefanos Palaiogoi, a quien, tantos años después, todavía consideraba su mejor amigo.

Más tranquilo que en los días anteriores, decidió salir del Palacio, a dar una vuelta. El corazón de la ciudad, dominado por la colina en que se encontraba la amplia fortaleza de caliza, era tan antiguo como la misma Alexandropolis, y mucho más que la subterránea polis de Ghuzz. Las estrechas callejas, en relación con la capital, eran más desordenadas, y el comercio era considerablemente más bullicioso, ubicado a muy poca distancia de algunos de los edificios principales de la ciudad, de un estilo particular, caracterizado por sus domos y minaretes, así como los múltiples arcos y diseños decorativos, algo más exuberantes, pero no tan regulares y perfectos como la sobria capital imperial.

- General, lo he estado buscando estos días. La guardia me ha dicho que se ha encontrado ocupado.

La hermosa mujer, ahora con un peinado algo más simple, y vistiendo un sencillo, aunque elegante quitón verde, se veía agitada, como si hubiera corrido hacia él en cuanto vio al enano. Se encontraban en un parque de dimensiones relativamente reducidas, en que el césped hermosamente cuidado y las altas, antiguas encinas, así como las elegantes palmas proporcionaban un marco regular, perfecto, para las bellas fontanas de mármol con delicados motivos, cuyo estrépito de agua era lo suficientemente suave para ser considerado agradable.

- En efecto, lo he estado. Y si no le importa, Señora, deseo proseguir mi paseo con tranquilidad.

- Sí me importa, General, y le explicaré el por qué. Entiendo muy bien que pueda ser suspicaz respecto de mi persona y mi familia, sin embargo, creo que en esta ocasión, puedo serle de ayuda. Como puede notar, la ciudad es antigua, y hay ciertas cosas que debe saber, y que guardan directa relación con los problemas a los que nos vemos enfrentados, de los cuales, los piratas son sólo la superficie; pero como no hay forma de hacerle entender por medio de las palabras, tengo algo que entregarle.

Algo confundido, Duror aceptó de manos de su interlocutora un pequeño amuleto de alabastro, con la forma de una figura antropomórfica, estilizada, delgada, y de belleza perturbadora, con oscuros ojos de algún carbón extraído de las profundidades de la tierra, con una serpiente enrollada alrededor de su brazo izquierdo.

- Si me permite, ¿qué tiene que ver este amuleto con...?

- Todo y nada a la vez, mi estimado General. Pero eso tendrá que entenderlo usted, dado que no acepta mi ayuda. Y ahora, si no le importa, debo irme. Que tenga un buen día.

La mujer se alejó con paso sereno, dejando al enano perplejo, mirando hacia la figura femenina. ¿Se trataba de un simple presentimiento, común entre los nobles parnassianos, cautivos de adivinos y embaucadores? ¿O había, en la antigua historia de estas tierras, sin duda anteriores a los Tirrenos, un oscuro secreto que develar?






Última edición por Duror el Miér Ene 23, 2013 11:16 am, editado 1 vez
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Mensaje por Duror Miér Ene 23, 2013 2:46 am

El salón, ubicado en el centro del inmenso complejo palaciego, se encontraba plenamente iluminado por la luz de las antorchas, dando a aquella habitación sobria un cierto encanto, si bien sólo por sus grandes proporciones. Unas dos docenas de generales y almirantes se encontraba ya reunido, esperando la llegada de quien iba a presidir la reunión.

"Bien, nos encontramos listos para el Consejo, su Excelencia. Tiene Usted la palabra."

La voz profunda de un anciano de elevada estatura y físico atlético, prominente, vestido en una armadura de placas, de pelo blanco, largo, y barba puntiaguda, igualmente cana, se sintió en el amplio espacio retubando como los cascos de cientos caballos cabalgando deprisa hacia una batalla. El enano, quien recién había tomado su asiento a la cabecera del salón, sin tiempo para cortesías, fue inmediatamente el objeto de la atención de los presentes.

"Muchas Gracias, General, por oficiar de Secretario de esta reunión. No deseaba incluir gente extraña al quehacer militar, como funcionarios y secretarios, porque todos sabemos muy bien lo rápido que vuelan los rumores aquí, en Thalis.

Dicho esto, es preciso que ataquemos los asuntos que me hicieron convocar esta reunión extraordinaria del Consejo. En primer lugar, los ataques de los piratas, evidentemente apoyados por el reino de Abukir, se han intensificado en los próximos años, algo que difícilmente puede ser resuelto si nos limitamos a responder a sus excursiones. En segundo lugar, el ascenso al trono de Su Majestad el Emperador Aurelios, nos ha permitido mayores recursos de los que habíamos tenido, para tener una flota lo suficientemente poderosa para atacar las bases piratas. En tercer lugar, creo tener un plan..."


Pareció evidente que Duror no podía continuar hablando sin ser interrumpido, a juzgar por el murmullo enfurecido que se escuchaba entre los almirantes. De pronto, uno de ellos, un hombre corpulento, de unos 50 años, de denso y ensortijado pelo rojizo, se levantó, y le espetó:

" Si me permite, Su Excelencia, ¿qué plan puede ser suficientemente bueno como para lograr éxito en una empresa en que algunos de los mejores almirantes imperiales han fracasado, con mayores y mejores navíos de los que disponemos o dispondremos en el futuro reciente?

Es cierto que usted es posiblemente uno de los mejores generales de la historia imperial, pero no necesariamente es tan buen almirante, y los obstáculos, los escollos, por no hablar de la resistencia y capacidad de los corsarios hacen que las posibilidades de éxito sean escasas."


Duror, en vez de molestar con la impertinencia de su interlocutor, no pudo evitar sonreír de forma complacida. Sabía muy bien que se iba a encontrar con ese tipo de reacción.

" Oh, Almirante, conozco a fondo las dificultades de nuestra empresa, como también las conocí cuando acometí actos osados en el pasado. Y ciertamente, creo ser alguien altamente dispuesto a aprender de la rica historia de los almirantes tirrenos. Es más, mi plan se basa en una historia, sacada de las brumas de la leyenda, que me pareció fascinante a mí, como a todos los enanos. Y me parecía, como a todo enano que se precie de tal, que se trataba de algo más que una leyenda; por lo cual, Señores, observen cuidadosamente. Compensará seguramente los obstáculos de una invasión."

Tras decir esto, abriendo una puerta escondida a otro espacio de la habitación, apuntó a lo que encontraba tras ella. Y lo que se observó en los asistentes fue maravillada sorpresa, mayor que toda incredulidad o indignación.
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Mensaje por Duror Miér Mar 06, 2013 7:38 pm

Un mes había pasado. Los nuevos navíos se encontraba listos, así como sus tripulaciones, reclutadas ante todo entre veteranos de las largas guerras contra los piratas. Los habitantes del Thema, incluso los más antiguos, no recordaban de una marina tan grande reunida en un solo punto. Ciertamente, era imposible ocultar, incluso a los menos iluminados, que se planeaba algo que no se había intentado hacía mucho tiempo. Acaso erradicar a los temibles corsarios.

"Supongo, Señores, que no existen más interrogantes que responder. Los preparativos ya se han cumplido, debemos partir cuanto antes. Almirante Neraion, queda usted a cargo de 20 barcos, y la defensa de la costa. El resto zarpará al amanecer. No hay tiempo que perder."

"Sí, General."

Frente a un pequeño grupo de notables, junto a sus sirvientes, que habían ingresado al lugar en que se congregaban las tropas y que se encontraban en la zona reservada a los generales y almirantes, en las afueras de Thalis, Duror se encontraba, por fin, a sus anchas. Por fin tenía los recursos suficientes para resolver, de ser posible, las molestas incursiones de los piratas, de modo que ni siquiera la intromisión de aquellos nobles humanos parecía ofenderle tanto como de costumbre.

De pronto, en la pequeña concurrencia divisó a aquella dama, quien al verle, se acercó con paso rápido, presta a parlamentar con el general. El enano, de buen humor, no hizo esfuerzos por evitar el encuentro, e incluso, tras saludarla, la llevó, de buen grado, a su tienda, donde podrían conversar con mayor tranquilidad.

" Ya había extrañado su acoso, Señora. ¿No ve que estamos haciendo todo de modo de solucionar nuestro pequeño problema? De esto valen, por cierto, las gloriosas tropas del Imperio. No puedo decir lo mismo de los así llamados notables de Thalis, por cierto, poniendo constantes trabas y exigiendo información que de otro modo, en un mejor mundo, estaría reservado a quienes nos dedicamos a resolver los problemas."

Duror pudo notar cómo, en el rostro de la joven, no se dibujaba rasgo alguno de la ira o humillación esperable. Vio en cambio un dejo de temor, asociado a una gran preocupación. ¿Sería posible que supiera algo que él no? ¿Sería posible que los piratas fueran sólo un signo de un peligro mayor, como le había indicado ella al entregarle la estatuilla?

"Usted sabe muy bien, General, que no le considero mi rival, ni tengo interés en tener conflictos con usted. Y a esta altura, supongo, si corresponde a la mitad de lo que dicen las historias sobre usted, ya entiende mi mensaje. Tenga usted mucho cuidado, pues el peligro es, me temo, mucho mayor que el que la gente de aquí cree. Se está jugando con fuerzas muy poderosas, y la fuerza bruta no faltará para vencerlas. Ahora, creo, debo marcharme. Tenga mucha suerte, Duror de Thauria, pero ante todo, tome las precauciones del caso."

Tras besar la mano derecha del General con dulzura y humildad, la muchacha se alzó con lentitud, y paso lento, doliente. Pese a su confusión, Duror se levantó a su vez, a dar órdenes a algunos de sus subalternos. Después de todo, si sus sospechas estaban bien fundadas, debía ser lo más cauto posible, de modo de vencer a sus enemigos con inteligencia.
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Mensaje por Duror Vie Mar 08, 2013 12:41 am

El Hyperpiron, navío insignia de la flota, una perfecta galeaza, tal como se fabricaban antaño, era de dimensiones algo mayores e insignias distintas a las del resto de los navíos, de modo que resultara perfectamente reconocible en el mar. Duror no pudo evitar pensar que se trataba de una ventaja a la vez que un riesgo, mas, sabía perfectamente que si deseaba llevar la empresa a término, entonces toda precaución habitual resultaba un lujo que no podía permitirse.

"General, ¿alguna pregunta antes de embarcar?"

El ingeniero en jefe de la flota, un hombre de mediana edad, barbudo, con una calvicie incipiente, y mirada astuta, esperaba más preguntas, seguramente, considerando la fama de los enanos, y de Duror en particular. Sin duda, se trataba de una apuesta arriesgada, y si bien un fracaso podría ser catastrófico, un éxito sin duda le pondría de inmediato en el mundo inmortal de la fama.

" Creo que la mayoría de ellas han sido ya resueltas. En todo caso, ¿me aseguráis que los contenedores se encuentran suficientemente seguros? ¿La carga no corre riesgo de liberarse a los barcos?"

"La verdad, Señor, es que en mi profesión nunca se puede estar del todo seguro, pero hemos comprobado los refuerzos que sugirió. Y en cuanto al mecanismo de salida, está totalmente perfeccionado. Si mis conocimientos no me abandonan, hemos perfeccionado el antiguo invento. Creo, con mayor certeza de la que he tenido en mi carrera, que esta apuesta es segura."

El hombre no pudo evitar una amplia sonrisa, plena de orgullo, al responder. Sin duda, incluso para un ingeniero experimentado, aquel proyecto era sin duda una gran hazaña. Duror, entendiendo perfectamente la emoción de su interlocutor, respondió con un movimiento entusiasta de la cabeza. Entonces, pensó, se encontraban realmente listos.

"Eso es, a los barcos. No hay tiempo que perder. Dado que no es tiempo para las arengas, sólo diré que espero sólo grandeza de Ustedes, mis hombres. Nuestro recuerdo vivirá para siempre en la Historia..."

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Mensaje por Duror Dom Mar 10, 2013 1:44 am

El viaje, de momento, se había desarrollado con tranquilidad. El mar Caráctico se encontraba tranquilo, sin las tormentas habituales de ese tiempo del año, y la gran flota se mantenía unida, compacta, demostrando la gran pericia de los navegantes tirrenos. Sin embargo, algo hacía a Duror impacientarse; no esperaba tanta calma, y temía que se tratara de una trampa.

La gran galeaza apenas oscilaba con las olas, demasiado grande y poderosa para conmoverse con la temible mar, o acaso, ilusoriamente grande y poderosa. En la cubierta, los tripulantes se conducían como de costumbre, sin dejar que la calma se convirtiera en una trampa que les llevase a una húmeda tumba.

"No se divisan navíos enemigos, Estratego."

"Continúe en su puesto, vigía, pronto aparecerán. Como me temía, han sido avisados, seguramente por civiles; espero que no hayan descubierto nuestra pequeña arma secreta."

Era la única explicación posible. La expresión del enano se tornó sombría, y no sin razón. Si alguien había alertado a los piratas, podía significar que algunos de sus miembros se habían infiltrado en la población local, o bien, que la piratería sólo era un aspecto, acaso uno menor, de un peligro mucho mayor, que se cernía sobre todos ellos. Por primera vez, sinceramente, creyó que las advertencias de la mujer podían ser correctas. Algo sospechoso se encontraba detrás de esto.

Finalmente, en la lejanía, se pudo divisar con claridad una numerosa escuadra, compuesta principalmente por navíos de reducidas dimensiones, probablemente muy rápidos, seguramente piratas. Definitivamente, se encontraban alertados, y se creían suficientemente fuertes como para presentar batalla. Entonces era cierto.

"Alerten a todos, debemos alcanzar a la flota enemiga en perfecta formación. Son demasiado numerosos como para dejar cosas al azar, y se encuentran alertados sobre nosotros. No podemos sencillamente dar media vuelta, no tan cerca de ellos."
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Mensaje por Duror Lun Mar 11, 2013 12:30 am

La flota tirrena avanzó, contra el sentido del viento, empujada por la fuerza de los remeros de las grandes naves, consciente de que a esa altura sería imposible evitar la numerosa concentración de ágiles embarcaciones piratas, las cuales inicialmente, esperaron que las fuerzas de Duror se posicionaran en el centro del mar.

De pronto, y con gran velocidad, los enemigos comenzaron a rodear la flota tirrena, utilizando la superior maniobrabilidad que sus menores dimensiones les permitían. No sólo se encontraban preparados, sino que estaban prontos a encerrar completamente a los de Duror; mientras los tirrenos esperaban con temor, pensando que lo peor se encontraba por llegar.

"General, ¿qué hacemos? Nos vamos a encontrar rodeados. Pretenden hundir toda la flota, y quizás lo logren."

El capitán de la gran galeaza, joven y enérgico, pero ahora presa del terror, se acercó a Duror quien observaba silente los movimientos enemigos, como si esperara tal situación desde el principio. Después de todo, era una apuesta arriesgada, pero la alta confianza de los piratas en sí mismos, ante los movimientos aparentemente torpes de sus perseguidores en alta mar, era una ventaja importante, la única que creía poseer, además de su arma secreta.

"Esperad, tranquilos. Tienen que rodearnos completamente si queremos lograr el mayor daño posible. Esta es la única oportunidad posible de hacer un daño importante, considerando que ellos tienen la posibilidad de huir, de la que nosotros carecemos."

Los dados estaban echados. El enano estaba dispuesto, finalmente, a arriesgarlo todo en una gran apuesta, a sabiendas que la mayoría de los piratas, en cualquier caso, sobreviviría el combate. Se trataba de un riesgo absolutamente necesario, si quería acercarse a la isla, y conquistarla. Finalmente, esa era la única respuesta suficiente a las constantes y desgastadoras incursiones.

"¡Ahora, iniciad el ataque!. Que estos perros prueben el poderoso ingenio de los tirrenos, y se arrepientan de su impiedad. Que el fuego arda para siempre en esas tablas malditas."

Cuando por fin, el círculo de navíos, ya completo, se comenzó a estrechar a gran velocidad, con los enemigos preparándose para destruir por completo a las fuerzas imperiales, las señales fueron dispuestas. Era el momento de la verdad.
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Mensaje por Duror Lun Mar 18, 2013 1:03 am

A la orden de Duror, desde el navío insignia se enviaron las señales convenidas, con antorchas; tendrían un minuto para ejecutar el plan antes que la carga pirata los quebrara completamente. De pronto, y de improviso para los enemigos, que ya no podían huir del primer ataque, salió, bombeado por sifones en cada una de las pesadas galeazas, un líquido espeso, completamente en llamas.

Antes que pudieran reaccionar de forma alguna, un gran número de barcos empezó a arder inexorablemente, sin ser las llamas siquiera sofocadas por el agua, convirtiendo rápidamente a la numerosa flota rival en un caos sin organización, augurando una victoria, por lo demás bastante fácil para la flota imperial. SIn embargo, el enano parecía inquieto, dando órdenes a diestra y siniestra, como si la victoria se encontrase lejos aún.

" Que no se escapen, que ardan completamente. Una victoria parcial es poco más que una derrota en estos momentos."

"Sí, General."

Con el viento a favor, y superada la sorpresa, varias de las embarcaciones rivales parecieron volver a ponerse en control de la situación, al menos para asegurar una huida apropiada, que, con su superior velocidad, significaba que podrían reorganizarse, e incluiso realizar varios ataques a la costa después de la batalla. Después de todo, si habían consentido en una batalla con una marina de grandes barcos era porque a menos que hubiese una catástrofe, podrían retirarse rápidamente de la batalla.

"Húndanlos a todos. No hay tiempo que perder."

Pese a las enérgicas indicaciones del estratego, alrededor de la mitad de los bajeles enemigos logró la retirada en buenas condiciones, lo cual, si bien no se ajustaba a sus expectativas iniciales, sin duda era un triunfo contundente, a pesar de que la amenaza se encontraba lejos de conjurada. Su gran triunfo tendría que ser otro día.

Sin perder tiempo, Duror decidió enviar 20 de sus galeazas a defender la costa de Parnassia, mientras el resto de su flota se ponía de inmediato en rumbo de la isla de Aphis, uno de los bastiones piratas. Si lograba llegar a tiempo para evitar una reorganización completa de su enemigo, todavía presa del impacto de su "arma secreta", entonces lograría una verdadera victoria, y de paso una excelente base de operaciones.
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Mensaje por Duror Lun Mar 25, 2013 2:56 am

La travesía hacia Aphis había sido rápida, considerando el viento favorable y la ausencia de navíos enemigos que opusieran resistencia, lo que no dejó de sorprender a Duror, que se esperaba mayores dificultades, convencido de la importancia estratégica del bastión para las operaciones piratas, lo cual apuntaba a que ese peligro parecía ser sólo una fachada, o al menos, una faceta de los verdaderos peligros que se encontraban en el aspecto oriental del imperio.

Atracaron en el puerto, prácticamente desierto, sin una resistencia realmente montada, encontrando ante todo heridos, mujeres y niños, que no habían podido ser evacuados a tiempo. Entonces, pensó, los corsarios realmente contaban con la opción de una derrota en alta mar, lo cual le pareció, a lo menos, confuso, considerando que habían optado por un enfrentamiento directo en lugar de acosar su flota, potente pero lenta.

" Enviad inmediatamente órdenes de alerta máxima a la guarnación del thema de Parnassia. Asimismo, tenedme preparado un halcón, que deseo enviar una carta directo a Alexandropolis. Esto parece ser bastante más grande que mis mayores temores; el tiempo se agota."

Recorriendo a toda prisa los callejones que salían del puerto hacia el bastión principal, logrando observar con claridad una población indistinta de tiendas de campaña y viviendas de adobe, improvisadas alrededor de las cuales se podían encontrar numerosos puertos, que parecían conformar una suerte de bazar, no podían dejar de temer una trampa. Acaso una numerosa guarnición se encontraba preparada para resistir largamente.

Sin embargo, cuando llegaron al bastión principal, una fortaleza de piedra caliza de dimensiones impresionantes, con un estilo claramente reminiscente del complicado tejido de arcos, torres y diseños geométricos del reino de Abukir, aunque quizás algo menos logrado, era evidente que la guarnición parecía haber huido en una prisa, juzgando por los accesos, entreabiertos, y el olor a humo, de fogatas recientemente apagadas.

Entonces, olvidando toda cautela, el enano corrió rápidamente, seguido de algunos veteranos, al interior del complejo. Definitivamente, algo extraño sucedía, y mientras más temprano lo descifrara, más probable era que las desventajas resultantes de aquella triquiñuela podrían ser minimizadas. Al menos, eso deseaba creer.
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